Para empezar este fin de semana largo, un cuento del libro de Osho "India: mi amor".
Ocurrió durante los días de los Upanishad que un joven, Svetaketu, fue enviado por su padre a una gurukul, la familia de un maestro iluminado, para aprender. Aprendió todo lo que se podía aprender, memorizó todos los Vedas y toda la ciencia conocida en aquella época. Se volvió un experto, se convirtió en un sabio; su fama se empezó a difundir por todo el país. Ya no había nada más que enseñarle, así que el maestro le dijo: "Ya conoces todo lo que se puede enseñar. Ahora ya puedes volver."
Pensando que ya había pasado todo y que no quedaba nada más, porque todo aquello que sabía el maestro él también lo sabía, y el maestro le había enseñado todo, Svetaketu volvió a su casa. Por supuesto con gran orgullo y ego volvió junto a su padre.
Cuando estaba entrando en el pueblo, su padre, Uddalak, vio por la ventana a su hijo que volvía de la universidad. Vio la forma en que caminaba, muy orgulloso; la manera en que mantenía la cabeza erguida, de forma muy engreída; la manera en que miraba a su alrededor, muy egocéntrica. Así que el padre cayó en la cuenta. Se puso triste y se deprimió, ya que esa no era la actitud de alguien que realmente sabe, ésa no era la actitud de alguien que ha alcanzado el conocimiento supremo.
El hijo entró en casa. Pensaba que su padre se pondría muy contento, se había convertido en uno de los más importantes sabios del país, todo el mundo le conocía, todo el mundo le respetaba; sin embargo, vio que su padre estaba triste, así que le preguntó: "¿Por qué estás triste?" El padre respondió: "Sólo tengo que preguntarte una cosa. ¿Has aprendido aquello cuyo aprendizaje hace que no necesites aprender nada más? ¿Has conocido aquello a través de cuyo conocimiento cesa todo sufrimiento? ¿Te han enseñado lo que no puede ser enseñado?" El muchacho también se entristeció. Contestó: "No. Todo lo que sé me ha sido enseñado y yo puedo enseñárselo a cualquiera que esté dispuesto a aprender." "Entonces vuelve y pídele a tu maestro que te enseñe lo que no se puede enseñar", dijo el padre. "Pero eso es absurdo. Si no puede ser enseñado, ¿cómo va a enseñármelo el maestro?", contestó el muchacho. El padre le dijo: "Ahí reside el arte del maestro: él te puede enseñar lo que no puede ser enseñado. Vuelve."
El hijo volvió. Inclinándose a los pies de su maestro dijo: "Mi padre me envía para algo totalmente absurdo. Ahora mismo no sé dónde estoy ni qué te estoy pidiendo. Mi padre me ha dicho que venga aquí y regrese solamente cuando haya aprendido lo que no se puede aprender, cuando me hayan enseñado lo que no se puede enseñar. ¿Qué es eso? ¿Qué es eso? Nunca me hablaste de ello." El maestro respondió: "A menos que uno pregunte, es algo que no se puede decir. Tú nunca me preguntaste. Pero ahora estás iniciando un viaje completamente distinto. Y recuerda, no se puede enseñar, por tanto, es algo muy delicado; sólo te puedo ayudar indirectamente. Haz una cosa: coge todos los animales de mi gurukul -había por lo menos cuatrocientas vacas, bueyes y otros animales- y ve al bosque más recóndito donde no vaya ni pase nunca nadie. Vive con esos animales en silencio. No hables, porque esos animales no pueden entender ninguna lengua. Permanece en silencio, y cuando esos cuatrocientos animales, reproduciéndose, se hayan convertido en mil, entonces vuelve."
Llevaría mucho tiempo que los cuatrocientos animales se convirtieran en mil. Y tenía que ir sin decir nada, sin discutir, sin preguntar: "¿Qué me estás diciendo que haga? ¿Para qué me servirá eso?" Tenía que vivir con animales, árboles, y rocas; sin hablar, olvidando completamente el mundo de los hombres. Dado que tu mente es una creación humana, si vives entre seres humanos tu mente está continuamente alimentada. Ellos dicen algo, tú dices algo, la mente continúa aprendiendo, continúa dando vueltas.
"Entonces, vete -le dijo el maestro- a las montañas, al bosque. Vive solo. No hables. Tampoco vale la pena pensar, porque esos animales tampoco entenderán tu pensamiento. Abandona allí toda tu erudición."
Svetaketu obedeció. Se fue al bosque y vivió muchos años con los animales. Durante algunos días los pensamientos continuaron en su mente; los mismos pensamientos se repetían una y otra vez. Se convirtió en algo aburrido. Cuando no se sienten nuevos pensamientos te das cuenta de que la mente es simplemente repetitiva, una repetición mecánica; da vueltas al mismo surco. Y no hay manera de obtener nuevos conocimientos. La mente está feliz cuando hay nuevos conocimientos, ya que hay algo nuevo que moler, algo nuevo que resolver; el mecanismo continúa funcionando.
Svetaketu se dio cuenta de esto. Había cuatrocientos animales, pájaros, otros animales salvajes, árboles, rocas, ríos y arroyos; pero no había ningún hombre ni posibilidad alguna de comunicación humana. No tenía sentido que fuera egocéntrico porque los animales no sabían el gran sabio que Svetaketu era. No le tenían ninguna consideración; no lo miraban con respeto, así que poco a poco su orgullo desapareció porque era inútil e incluso resultaba estúpido comportarse de manera orgullosa con los animales. Incluso Svetaketu empezó a sentir: "Si sigo siendo egocéntrico los animales se reirán de mí; entonces, ¿qué estoy haciendo?" Sentado bajo los árboles, durmiendo cerca de los arroyos, poco a poco, su mente se quedó en silencio.
La historia es bellísima. Los años pasaron y su mente se volvió tan silenciosa que Svetaketu olvidó completamente cuándo tenía que retornar. Se volvió tan silencioso que incluso esta idea había desaparecido. El pasado se había desvanecido completamente, y con la desaparición del pasado desaparece el futuro, ya que éste no es sino una proyección del pasado, nada más que el pasado llegando al futuro. Así que olvidó lo que había dicho el maestro, olvidó cuándo tenía que volver. No había cuándo ni dónde; él sólo estaba aquí y ahora. Vivía en el presente como los animales; se convirtió en una vaca. La historia dice que cuando los animales llegaron a mil empezaron a sentirse incómodos. Esperaban que Svetaketu los llevara de vuelta al ashram y él lo había olvidado; así que un día las vacas decidieron hablar con Svetaketu y le dijeron: "Ya ha pasado suficiente tiempo y nos acordamos que el maestro dijo que debías volver cuando los animales llegaran a mil, pero tú lo has olvidado completamente. Ha llegado el momento y debemos volver. Ya somos mil."
Así que Svetaketu regresó llevando los animales. Desde la ventana de su choza el maestro vio llegar a Svetaketu con los mil animales y les dijo a sus otros discípulos: "Mirad, vienen mil y un animales. Svetaketu se ha convertido en un ser tan silencioso, sin ego, sin egocentrismo; simplemente moviéndose entre los animales como uno de ellos."
El maestro salió a recibirlo; bailaba, extasiado. Abrazó a Svetaketu y le dijo: "Ahora no hay nada que decirte, ya lo sabes. ¿Por qué has venido? Ya no es necesario que vengas, ya no hay nada que enseñarte. Ya lo sabes." Svetaketu contestó: "Sólo para presentarte mis respetos, para postrarme a tus pies, para mostrarte mi gratitud. Ha ocurrido, me has enseñado lo que no se puede enseñar."
Hoy es el solsticio de invierno, llegamos a la noche más larga y al día más corto del año, mañana la balanza va a empezar a inclinarse hacia el otro lado, hacia la primavera, hacia el sol, hacia el nacimiento de lo nuevo. Les deseo una gran segunda mitad de año, que nos volvamos un poquito más animales, más en contacto con nosotros mismos, que encontremos más lugares de silencio, más paz!
Namaste.