Pasaron las vacaciones, se acerca el comienzo de clases, y en estos días hasta parece que el verano hubiese quedado atrás. La gente empieza a organizar las actividades de este nuevo año, muchos continúan con yoga como parte de su rutina, otros retoman después de un período de descanso, y algunos decidieron que este 2014 lo van a vivir mejor y se proponen empezar la práctica. Todos han decidido regalarse tiempo a sí mismos, conocerse, buscar un espacio de calma y bienestar. Todos se merecen encontrarlo.
Como profesora de yoga, noto que normalmente los nuevos alumnos vienen con bastante incertidumbre, ansiedad y dudas. Les han recomendado tomar clases de yoga, están decididos a probar, piensan que les va a hacer bien, pero en las primeras clases encuentran ciertas dificultades, se dan cuenta de que no es tan fácil como habían pensado. Les duele el cuerpo, no les salen las posturas, se dan cuenta de que no logran respirar por la nariz o que no pueden relajarse. Realmente se están enfrentando a sí mismos, se están conociendo desde otro lugar, conociendo su cuerpo, su energía, su propia sombra. Salen a la luz algunas características de la personalidad, a veces la impaciencia y la ansiedad, otras veces la autoexigencia o la vagancia, quizás la competitividad. A veces la ignorancia, la inseguridad, la falta de conciencia corporal, entre otras cuestiones. Y nótese que no digo: sale a la luz la falta de equilibrio, la debilidad, la falta de flexibilidad o las limitaciones del cuerpo. Y no lo digo, porque nada de esto importaría, si se practicara yoga con la actitud correcta.
Y es por tratar de recordar lo que es una "actitud correcta" que escribo estas líneas. Durante la clase yo puedo tratar de corregir la "postura física correcta", pero es cuestión de cada alumno tener la "actitud correcta", que es lo más importante de la práctica.
Primero, para qué vamos a la clase? Para ser acróbatas? Para doblarnos a la mitad sin dolor? Es algo muy común que cuando uno empieza yoga, se fija en lo que hacen los demás. Y casi siempre uno siente que los demás están haciendo posturas imposibles, y hasta pareciera que lo hacen con una sonrisa burlona. Y uno piensa: yo nunca voy a llegar. El yoga no es para mí. Nunca fui flexible, esto es muy difícil. Y como todos los demás están más doblados, más equilibrados, más erguidos, más felices, me esfuerzo el doble, el triple por llegar. Aunque crujan mis rodillas, aunque sienta punzadas en la espalda, aunque respire por la boca, aunque me engañe a mí misma una y otra vez. Todo esto lo único que hace es alimentar a mi ego, hacerme sentir igual o superior a los otros, y muchas veces hasta inferior, mi yo es tan bueno en yoga... mi yo es tan malo en yoga...
La verdad es que si me lo tomo de esa manera, no sólo que tengo muchas posibilidades de lastimarme, sino que no estoy haciendo yoga, estoy haciendo gimnasia de cuerpo y ego.
El yoga es un proceso de auto-conocimiento, es ir para adentro, ir pelando nuestro interior capa a capa para que el cuerpo se una con el alma y la mente, para que se integren. Tradicionalmente, los maestros enseñaban individualmente, avanzando sólo cuando el alumno estaba listo. En la actualidad y en occidente, esto es "poco económico" y casi no se practica, pero la esencia debería ser la misma. Que cada alumno avance en su camino a su ritmo, en sus tiempos, con sus limitaciones (físicas, mentales y emocionales) y sus capacidades. Y para esto se necesita que cada uno aprenda a conocer sus limitaciones y capacidades, que a veces están ocultas a simple vista.
Una frase que me cambió la forma de encarar cualquier nuevo aprendizaje fue: sé amable con vos misma cuando estás aprendiendo algo nuevo. Muchos tendemos a ser muy autoexigentes, a veces competitivos, y eso nos termina perjudicando a la hora de aprender cosas nuevas, de vivir nuevas experiencias. Darnos tiempo, tenernos paciencia, ir de a poco, experimentar con nuestro propio cuerpo, con nuestra respiración, con nuestra mente. Dejarnos llevar.
No olvidemos que en Hatha Yoga, las posturas siempre pueden ser un poco más fáciles o un poco más complicadas, lo que significa que nunca vamos a llegar al final, es un camino donde siempre va a haber algún aspecto más sutil de nosotros mismos para conocer, entonces, para qué apurarnos? Vayamos conociendo capa tras capa, pelando capa tras capa, sin esforzarnos de más, sin juzgarnos, sabiendo que la parte netamente física de la práctica no es su esencia, que su esencia es mucho más profunda y sutil, su esencia es unir nuestra mente, cuerpo y alma, para sentirnos en armonía con nosotros mismos y con los demás.
Algunos se preguntan cuántas veces por semana se debería practicar para tener resultados. Yo creo que cuando uno empieza a hacer yoga con un interés verdadero, es más importante la calidad de la práctica y la constancia para tener resultados que la cantidad. Esto es, si puedo sólo una vez por semana, nunca falto, y hago la clase con mucha conciencia, voy a notar un beneficio para mi vida seguro. En cambio, si me anoto 4 veces por semana y falto 3, me genero angustia y frustración más que bienestar. En resumen, para mí es importante comprometerse a lo que realmente se puede cumplir, sin que termine siendo un compromiso más dentro de nuestra vida agitada y llena de obligaciones. Yo, cuando empecé a tomar clases, iba sólo una vez por semana, y sentía un cambio enorme. Con el tiempo, el cuerpo sólo me pidió ir dos o tres veces por semana, pero no lo forcé, surgió después de casi un año de regalarme sólo una práctica por semana.
También me consultan mucho sobre la falta de flexibilidad o equilibrio. Con el tiempo, la flexibilidad y el equilibrio van a aumentar, y con ellas el bienestar que uno siente. Sin embargo, nadie es "mejor" o "peor" en la práctica de acuerdo a su flexibilidad y equilibrio, el progreso en el camino no tiene nada que ver con el logro de una postura u otra, sino con cómo hago la postura, con plena conciencia y plena presencia, con la sensación de estar centrado, equilibrado y de vivir el presente con plenitud.
A veces vienen alumnos con limitaciones físicas importantes o con lesiones, y me consultan si ellos también pueden practicar. La verdad es que todo el mundo puede practicar yoga, porque hay un yoga para cada persona. Las clases se pueden adaptar a las necesidades específicas de tal o cual limitación, por eso es importante comunicarse con el profesor o la profesora para saber si su clase puede adaptarse, y sino buscar otra opción. Como profesora yo sé que no todas mis clases son para todo el mundo, yo no soy la persona con la que todos van a querer practicar, y está bien que así sea. Cada uno tiene que encontrar un guía con el que se sienta cómodo y una práctica con la que se sienta cómodo. Cada uno tiene que elegir qué camino tomar, si todos los caminos conducen al mismo lugar!!
En fin, en este nuevo año "lectivo", lo que les deseo de corazón a mis alumnos y a todos los que practiquen yoga, es que con el tiempo aprendan a conocerse, a valorarse y a respetarse. Que aprendan a saber lo que es mejor para ellos y qué límites y exigencias poner en su práctica. Que aprendan a percibir internamente y a observar. Que calmen sus mentes agitadas y expandan la conciencia, que experimenten la inteligencia del cuerpo en su totalidad. Que lo que sientan, piensen y hagan estén integrados. Que la práctica de yoga los ayude a estar más equilibrados y armónicos consigo mismos y con lo que los rodea, generando así felicidad para sí mismos y para los demás. Que sean un poquito más felices, que vivan una vida mejor.
Namaste.
Les dejo una bendición budista:
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