Pasó bastante tiempo desde mi último post, y la verdad que fue parte la locura de cambio de año, y parte porque estuve en un curso de meditación en el que no tuve acceso al "mundo exterior". Hoy les quiero contar un poco de este curso y mi experiencia.
La idea del curso es estar durante 10 días a plena disposición de la enseñanza de la técnica (son en total 12 días con la llegada y la partida), y para eso tuvimos que cumplir con ciertas reglas. Quizás la que más extraña parece es la de estar en silencio durante 9 días completos, incluyendo evitar cualquier comunicación verbal, visual y gestual.
Lo único que me costó de esta norma fue el hecho de no poder expresar las palabras de cortesía, como por favor o gracias, disculpá, permiso, te ayudo, pasá vos primero, y ese tipo de cosas. Porque éramos 30 mujeres que compartíamos dormitorio, baño y comedor, y a veces me resultaba increíblemente necesario comunicarme. Debo admitir que rompí el silencio en ocasiones menores a los dedos de mi mano, pero en mi defensa debo decir que siempre fue sólo para ayudar a otra persona, por ejemplo un día le dije a una señora que había dos duchas libres, después de verla esperando y esperando pensando que estaban todas ocupadas. Nunca la palabra "dos" me causó tanta culpa. El ambiente de silencio era como un bálsamo, algo que nos rodeaba y nos acariciaba, era la autopista que nos permitía emprender este viaje hacia el interior, y si alguna vez alguien lo rompía se vivía como un ruido enorme, como si uno estuviera sentado en un parque leyendo un libro y dos autos chocaran a nuestro lado. Más o menos así.
También debíamos cumplir estrictamente con el horario de actividades fijado. Esto incluía once horas de meditación distribuidas desde las 4:30am a las 9pm. No podíamos practicar yoga aunque sí estiramientos simples (tannnn necesarios después de largas horas sentados).
Hombres y mujeres estábamos separados y, aunque nos veíamos de lejos, no hacíamos ninguna actividad juntos, aunque sí en el mismo espacio físico, como la sala de meditación, pero siempre separados por una distancia razonable. Estaba prohibido el contacto físico con las demás personas.
Y por supuesto debíamos evitar contacto con el mundo exterior, dejando celulares, reproductores de música, computadoras, material de lectura y escritura, cualquier instrumento musical. En resumen, se evitaban todos los estímulos externos para que nada interrumpa nuestro trabajo hacia adentro, la observación del interior.
Si bien todo esto parece muy estricto, para muchas personas resulta hasta imposible de imaginar, comprobé que nada se hace por capricho, todas estas condiciones aportan a una experiencia profunda y pura. Y además, cuántas veces en la vida tenemos la posibilidad de estar con nosotros mismos durante diez días corridos, y encima aprendiendo una técnica de autoconocimiento que remite a la época de Buda? Animarse a dedicarse este tiempo es un regalo.
Amén de las condiciones que les conté, la enseñanza de la técnica me sorprendió por su simpleza y pureza. Se enseña de a poco, paso a paso, y siempre a través de la experiencia. No voy a decir que fue fácil, al contrario, todos los días tuvieron momentos difíciles, algunos insoportables, me dolieron las rodillas, la espalda, la cabeza. Pero cada tanto tenía uno de esos momentos de comprensión, donde todo se aclara y pareciera que viví toda mi vida esperando a llegar a ese momento. Todo parece tan simple y tan obvio. Y quizás minutos más tarde volvían los dolores, las tensiones, a veces la somnolencia, a veces la agitación mental. Era como observar una montaña rusa de emociones, pensamientos y sensaciones, tratando de mantenerme ecuánime a las volteretas.
Tuve la suerte de examinar mi mente capa a capa y sentirme a gusto en ella. Tuve la oportunidad de trabajar duro y superar las dificultades. Tuve la suerte de comprender que todo es impermanente, que todo cambia, hagamos lo que hagamos.
No voy a intentar explicar la técnica porque no corresponde, porque se enseña de esta forma y no de otra, y porque no hay nada como la experiencia personal en este sentido. Sólo quiero que sepan que estos lugares existen, que los cursos son abiertos para todos, y que son gratuitos, uno va y vive, come, aprende gracias a las donaciones que han hecho estudiantes antiguos, y si uno quiere, al finalizar el curso, puede dejar una donación para que un nuevo estudiante pueda recibir la enseñanza. Todas las personas que trabajan allí, desde los organizadores hasta los profesores y cocineros, son voluntarios. Todos están allí para servir a los demás mientras aprenden, sin recibir nada material a cambio. Lo hacen por amor a los demás.
Es la suma de todo lo que les cuento, y otras cuestiones que no incluí aquí las que hacen de ésta, una experiencia única e increíble.
Espero que, si alguien que lea esto tiene curiosidad de realizar un retiro así, mis palabras lo ayuden a inspirarse. Ojo, no puedo decir que sea fácil, es difícil, bien difícil, pero creo que hay pocos esfuerzos que valgan tanto la pena.
Les dejo la página y el nombre de un libro que cuenta un poco sobre Vipassana:
http://www.spanish.dhamma.org/
El libro se llama "El arte de vivir" de William Hart (no tiene nada que ver con la famosa organización El Arte de Vivir de Ravi Shankar, creo que ellos registraron la marca y se hizo muy famosa, pero esta organización es algo diferente).
Nos vemos pronto!
Nos vemos pronto!
Namaste.
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